Si disponemos de tiempo suficiente podemos gestionar la travesía con anticipación y así sabremos cuanto tiempo podemos quedarnos en cada lugar, variando a voluntad la cantidad de lugares a visitar, para saber cuando es hora de volver.
Conducir por el placer de conducir, disfrutar de paisajes y lugares que pasan inadvertidos cuando viajamos en avión, tren, o autobús, detenernos y apreciar con los sentidos el silencio que envuelve a un paraje desconocido, silencio roto por el sonido del agua cristalina de un arroyo cercano, una playa o cala escondida, o simplemente oír y sentir el viento en la cima de la montaña a flor de piel, mientras la bruma se disipa en el valle cercano.
Almorzar a la sombra de una arboleda, o echar una siesta antes de seguir el camino, disfrutar de una pase por las calles de aquel poblado pintoresco al atardecer, o bien encender una fogata en la palya a la luz de la luna y disfrutar del cielo estrellado, del aroma del mar, antes de retirarnos a descansar, para emprender el viaje de nuevo al amanecer.
Sensaciones que solo el camino te da, si ataduras de reservas ni horarios de comidas, ni ruidosos centros comerciales que rodean a hoteles y resorts. Sensaciones que vale la pena vivir y que nos dan una idea de libertad, que sentimos aun cuando se emprende el camino de regreso...
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De regreso nos cuentas tu aventura de conducir y de sentir..!!! Un saludo.
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